30/11/2025

Te presentamos El Pulso de la Semana: un vistazo rápido a lo que está pasando en México, la región y el mundo. Primero, los logros que nos inspiran, luego los desafíos que requieren atención, y finalmente, lo que debemos seguir de cerca en los próximos días.

Resumen

En la última edición del Pulso Semanal de Puvella hablábamos de un escenario de incertidumbre previo a la COP30: agendas aún por definirse, tensiones entre bloques y países que no habían confirmado la fuerza de sus delegaciones. Hoy, después de dos semanas intensas de negociación en Belém, ya se conocen los resultados. El 21 de noviembre, André Corrêa do Lago, presidente de la COP30, dio cierre oficial al documento final adoptado por consenso.

Aunque las discusiones fueron amplias y técnicamente relevantes, el resultado final generó una percepción de insuficiencia. El texto aprobado no incluyó compromisos explícitos sobre la reducción ni la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, un punto que varios países esperaban ver reflejado tras los avances discursivos de años anteriores. Esta omisión respondió, en parte, a la resistencia de economías fuertemente dependientes de hidrocarburos. Aun así, algunos gobiernos —como el de Colombia— expresaron públicamente su inconformidad, recordando que en la COP29 se había logrado un consenso para fortalecer la acción climática relacionada con la transición energética.

Este desenlace reavivó una discusión central: ¿hasta qué punto la COP sigue siendo un mecanismo eficaz para impulsar compromisos más ambiciosos frente a la urgencia climática?

Si deseas conocer los resultados clave para México, Latinoamérica y el contexto global, así como la sede de la próxima COP y los principales argumentos a favor y en contra del proceso, te invitamos a continuar leyendo.

México

México llegó a Belém con la NDC 3.0 como su principal mensaje estratégico. Durante la COP30, el país presentó por primera vez una meta absoluta de reducción de emisiones hacia 2035 e incorporó formalmente el componente de Pérdidas y Daños, lo que fue bien recibido como un avance técnico alineado con el Acuerdo de París. Aun así, persistieron dudas sobre la viabilidad: falta claridad sobre el financiamiento, la coordinación entre sectores emisores y la implementación real.

Además, México impulsó iniciativas regionales como el Corredor Biocultural de la Selva Maya y participó en discusiones sobre transición justa y soluciones basadas en la naturaleza. Sin embargo, la ausencia de compromisos globales sobre combustibles fósiles —reflejada también en la postura nacional— subrayó la tensión entre ambición climática y política energética.

En resumen, México consolidó presencia diplomática y actualizó su marco de compromisos climáticos, pero el reto clave sigue siendo convertir esos anuncios en resultados verificables.

LATAM (Regional) y el Mundo

Belém le dio un tono muy particular a la COP30. Tener la cumbre en plena Amazonía hizo imposible ignorar lo que normalmente queda fuera de las salas de negociación: la presión constante sobre el territorio, la deforestación y la vulnerabilidad real de las comunidades que viven ahí. No era una discusión abstracta; era ver de frente el impacto del cambio climático en uno de los ecosistemas más importantes del planeta.

Aunque haber llevado la COP30 al corazón de la Amazonía tuvo un impacto simbólico y político muy fuerte, el resultado final volvió a mostrar las limitaciones reales del sistema. Uno de los temas más esperados —un compromiso explícito sobre combustibles fósiles— simplemente no llegó. Era una oportunidad para que Brasil ejerciera liderazgo climático en su propio territorio, pero la negociación se atoró en el mismo punto donde suelen atorarse tantas COP: hay reconocimiento del problema, pero no suficiente voluntad política para tomar decisiones que incomodan a los países con mayor peso energético. Al final, la presión de las potencias petroleras redujo cualquier posibilidad de incluir un lenguaje firme, y eso marcó el tono de todo el documento final.

Tampoco se logró una hoja de ruta clara para frenar la deforestación, algo que parecía casi obligado considerando el contexto amazónico. Hubo narrativas, discursos y fotos potentes, pero no un acuerdo que alineara a los países en una meta compartida. La sensación general fue evidente: todos entienden la urgencia, pero pocos están dispuestos a aceptar límites económicos que realmente cambien el rumbo.

En financiamiento, el patrón fue similar. El Acuerdo de París es claro respecto a la responsabilidad de los países desarrollados, pero esta COP cerró con una cifra de 130 mil millones de dólares, lejos de lo que se había planteado el año previo como aspiración hacia un monto cercano al trillón. Se avanzó, sí, pero no al ritmo ni en la escala que la ciencia exige.

En medio de este escenario se presentó el Belém Political Package, que sí dejó avances concretos en varios frentes. Se aprobó un conjunto de 59 indicadores voluntarios para medir adaptación en temas como agua, salud, ecosistemas y medios de vida; se fortaleció el programa de implementación tecnológica y de reporte para países en desarrollo; se reafirmó la agenda de transición justa; y se acordó triplicar el financiamiento para adaptación hacia 2035. Técnicamente son pasos importantes y le dan estructura a la implementación del Acuerdo de París. Sin embargo, su alcance contrasta con la falta de acuerdos en los temas estructurales: combustibles fósiles, deforestación y financiamiento inmediato.

Las dos semanas de negociaciones también expusieron la complejidad geopolítica. La primera semana avanzó más a nivel técnico, dejando un borrador lleno de corchetes que evidenciaban dónde no había acuerdo. La segunda, ya con ministros, se volvió una carrera contra el tiempo. Lula llegó justo en este tramo con un día para intentar cerrar los puntos más sensibles. Pero incluso con su presencia, Brasil enfrentó una limitación clave: su posición dentro del bloque BRICS. El peso energético y económico de India, China y Rusia —aliados estratégicos para Brasil— condiciona hasta dónde puede empujar discusiones que confronten directamente a los grandes productores de combustibles fósiles. Ese equilibrio explica, en buena medida, por qué Brasil no impulsó un lenguaje más ambicioso.

Definición BRICS

BRICS es un grupo de cinco grandes países: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Se juntan porque tienen algo en común: son economías grandes, influyentes y en desarrollo, que quieren tener más peso en decisiones globales. En el contexto de la COP30, Brasil depende en gran medida de estos países para su energía y economía, especialmente en petróleo y gas. Esto significa que, aunque Brasil quisiera que la cumbre adoptara posiciones más estrictas sobre combustibles fósiles, no podía ir contra los intereses de China, India o Rusia sin poner en riesgo su economía y sus relaciones políticas. Por eso, el texto final sobre combustibles fósiles quedó más suave: no es que Brasil ignore el problema, sino que el equilibrio geopolítico limita su margen de maniobra.

La plenaria final terminó por mostrar estas tensiones de forma muy clara. Colombia, que había defendido una postura más firme en favor de una transición energética real, fue la única delegación que objetó públicamente el texto. Señalaron que no podían apoyar un documento que evitaba mencionar combustibles fósiles de manera explícita y que suavizaba compromisos centrales. Se declaró un receso, se abrió la posibilidad de ajustes, pero nada cambió. Al reanudarse la sesión, la presidencia confirmó que no habría modificaciones. El documento se aprobó tal cual.

Rumbo a la COP 31: ¿Qué tan efectiva es realmente la COP?

La COP30 dejó una pregunta clave rumbo a la siguiente cumbre —prevista para celebrarse en Turquía—: ¿qué tan efectivas siguen siendo estas negociaciones multilaterales? Antes de responder, conviene reconocer lo que sí funcionó. Esta edición tuvo un peso particular por su ubicación: Belém, en plena Amazonía, uno de los ecosistemas más golpeados por el cambio climático y, al mismo tiempo, uno de los más vitales para el planeta. Reunir allí a más de 190 delegaciones obligó a los países a mirar de frente una realidad que suele quedar fuera de las salas de negociación. Las protestas de comunidades indígenas y organizaciones locales recordaron que la crisis no es un debate técnico, sino una experiencia cotidiana marcada por desplazamiento, deforestación y vulnerabilidad. Además, la COP30 dejó avances relevantes: un impulso renovado a soluciones basadas en la naturaleza, la articulación de una alianza amazónica fortalecida y, sobre todo, la confirmación de que el multilateralismo climático sigue siendo el espacio donde el mundo reconoce colectivamente los mismos problemas.

Pero junto a estos avances también crecieron las dudas. La ausencia de un compromiso explícito sobre combustibles fósiles en el texto final reabrió el debate sobre la utilidad de las COP. Y es verdad: avanzar sin plazos, sin metas claras y sin mecanismos vinculantes limita el impacto real de estas cumbres. Sin embargo, reducir su valor al resultado final de una madrugada negociadora sería ignorar el papel central que juegan como foro global. La experiencia de Dubái en la COP28 lo demostró: incluso acuerdos que parecían simbólicos terminaron estableciendo precedentes que hoy dan forma a las discusiones. Sin la COP, ¿en qué otro espacio se pondría sobre la mesa —con esta escala, visibilidad y presión política— temas que determinan el futuro de la humanidad?

La discusión ya no es si la COP es un mecanismo ideal —porque no lo es— sino cómo fortalecer un espacio que, pese a sus límites, sigue siendo el único capaz de impulsar decisiones que no ocurrirían en ningún otro lugar.

Con miras a la siguiente COP31 (Turquía), el desafío será doble: no solo avanzar hacia compromisos más claros, sino demostrar que lo acordado —o pospuesto— en Belém puede traducirse en acción real. La COP avanza más lento de lo que exige la ciencia, pero sigue siendo el único lugar donde el mundo entero se sienta a discutir su futuro común. Renunciar a ese espacio sería retroceder mucho más que un año; mantener abierto el diálogo es mantener viva la esperanza.

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-Puvella

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